Nueva campaña, nueva planificación
Tras los importantes resultados alcanzados en las dos anteriores campañas de excavación, y ante la posibilidad de ampliar el alcance temático del proyecto de Parque Arqueológico en el Barranco de Los Gomeros, abordamos la planificación de la nueva intervención atendiendo de forma más específica a las evidencias arqueológicas de época histórica y su vinculación a los usos etnográficos de la zona.
Buscando siempre obtener información empírica que permita dotar de sentido los distintos procesos históricos que se desarrollaron en el Barranco, orientamos la Tercera Campaña de Excavación y el Segundo Campus de Arqueología de Tijarafe hacia yacimientos con evidencias claramente históricas y susceptibles de ser usados para una futura difusión y musealización. Así, nos centramos en una serie de oquedades que, como la Cueva de El Granero o la Cueva del Cura, ofrecen una clara continuidad espacial con la etapa benahoarita pero, al mismo tiempo, permiten una rápida vinculación con los usos tradicionales y etnográficos.
La Cueva de El Granero es una cavidad de grandes dimensiones situada en el tracto medio de la ladera derecha del barranco, y que aparece dividida internamente en dos sectores tanto por un muro histórico como por una columna natural de roca. La boca de la cueva supone una única unidad, orientada hacia el sur-suroeste, de unos 7 m de ancho y 4’5 m de altura máxima. En su frontal exterior aparece una plataforma de acondicionamiento para el uso histórico, sobre la cual se construyó una edificación de la que aún quedan restos de muros de hasta 2 m de altura, y que posiblemente debe corresponder a las dependencias de los que la tradición oral conoce como el pósito o granero de Tijarafe (citado en los archivos eclesiásticos como Granero de Ruiz).
Por su parte, la Cueva del Cura es una gran oquedad ubicada en el tracto bajo de la ladera derecha del barranco, cerca del cauce. Según la tradición oral la cueva habría sido la residencia del párroco de Tijarafe en un tiempo indeterminado (posiblemente del siglo XVII en adelante), aunque se desconoce en qué época o momento histórico exacto. El hecho es que la cueva aún aparece con evidencias de una intensa reutilización histórica: muros, dependencias que sectorizan el espacio, materiales históricos (tejas, maderas, cerámicas, etc.).
Tiene al menos unos 100 m2 de espacio aprovechable para el hábitat, y su boca se orienta hacia el sur-suroeste, bajo una visera alta y rocosa de al menos 8 m de alto. Su profundidad alcanza los 5 m, aunque es variable, y la boca tiene una anchura en torno a 13 m, protegida de los vientos. La altura máxima de la cueva no supera los 3’5 m, aunque varía por tramos. En el frontal de la cueva se situó una plataforma a modo de terraza, actualmente cubierta por vegetación, especialmente rabo de gato. Las evaluaciones precedentes reconocieron más materiales arqueológicos en superficie de los que pueden observarse en la actualidad, lo que refleja el acoso constante de los saqueos y expolios, aunque el uso histórico también debió ser un factor muy relevante para entender su estado de conservación. Entre los materiales de origen aborigen se observan fragmentos cerámicos sin decoración, malacofauna y fauna (ambas podrían ser de origen histórico también), y algunos núcleos de talla lítica sobre basalto.
El objetivo fundamental de esta nueva campaña es realizar una profunda labor de limpieza arqueológica y acondicionamiento del entorno de la Cueva del Granero y de la Cueva del Cura, tanto en su interior como exterior, algo fundamental si lo que se pretende es conocer la entidad real del complejo arqueológico. La información documental que se posee identifica a la primera como una cavidad vinculada al depósito de grano que se erige a su derecha, y que se ha datado entre los siglos XVII y XVIII. Bajo la espesa vegetación que lo cubre, se intuye una importante construcción de bloques de piedra de varias hiladas de altura y la existencia de una plataforma horizontal que debió funcionar de manera complementaria. La información disponible de la Cueva del Cura también evidencia la relevancia de dicha oquedad, algo que se constata en la gran cantidad de estructuras internas que conserva. Puede afirmarse que se trata de una de las cavidades con mejores condiciones para el hábitat humano de todo el conjunto del BIC, y así fue concebido en época histórica, pues la cueva posiblemente no solo haya sido usada más recientemente como redil para el ganado (siglos XIX y XX), sino también como vivienda (quizás durante los siglos XVII y XVIII), lo cual dan buena cuenta las dependencias que aún existen en su interior delimitando el espacio.
Los trabajos acometidos durante la semana han sido diversos pero intensos. Se han centrado fundamentalmente en planificar la intendencia del Campus (albergue, transporte, comidas, etc.), en el reconocimiento de las cuevas excavadas en años anteriores (que han tenido algunas visitas inesperadas durante el invierno), en la toma de datos y documentación previa de las nuevas oquedades que se intervendrán (mediciones, fotografías del estado actual, descripciones, etc.), y en el acondicionamiento y retirada de escombros de la Cueva del Granero.
Fue esto último lo que llevó más tiempo y esfuerzo. Pese a la amplitud de la entrada de la cueva, y de las buenas condiciones de habitabilidad que posee, su entrada estaba parcialmente colmatada por los escombros procedentes de la parte superior. La magnitud de sedimentos implicó que más de la mitad de su entrada quedase oculta, lo que ha supuesto un importante esfuerzo en su extracción, que ha sido realizada manualmente dada la imposibilidad de acceso para el uso de medios mecánicos. Los escombros, procedentes primero de la apertura de la carretera de la costa a principios de los años 80 del siglo XX, y posteriormente a vertidos incontrolados, terminó acumulando tierra, trozos de piche, escombros de obra, basura y residuos diversos que se deslizaron hasta colmatarse delante de la cueva. Aunque aún queda buena parte de la entrada sepultada, el esfuerzo continuado de una semana extrayendo tierra permitió descubrir la mayoría de muros delimitadores de la entrada.
La semana concluyó con una serie de discusiones y debates internos que nos llevaron a reflexionar sobre el éxito de iniciativas como la que desarrollamos. Aunque estamos convencidos de la necesidad de este tipo de proyectos, encontrar el trabajo del año anterior alterado por visitantes inesperados no fue una grata noticia.
Aunque no se ha producido una destrucción de los paquetes sedimentarios consolidados durante el año pasado, si hemos constatado una pequeña alteración en la cueva del Lomo de Las Viñas I y, sobre todo, en la cueva de Las Mejoras. En la primera se llegó a retirar, en algunos sectores del sondeo B, parte del sedimento que recubría el geotextil, dejándolo parcialmente al aire. En realidad nada importante, ya que no llegó a romperse, pero si indicativo de la intencionalidad de alguno de los visitantes.
En cambio, en la Cueva de Las Mejoras el grado de afección fue mayor. Se observa levantado parte del geotextil que consolida algunos perfiles, así como un revuelto de la parte central de la cueva que, pese a mostrar el nivel geológico, si se constata un intento de alteración. Tanto es así que, a nuestra llegada, encontramos en la entrada una acumulación de restos arqueológicos a manera de bienvenida. Menos mal que la cueva se excavó en extensión y se alcanzó la roca madre y la afección se limitó a recopilar el poco material que brotaba de los perfiles.
No tenemos muy claro que pretendían los visitantes, pero si nos recuerda la lacra del expolio sistemático que han padecido y padecen nuestras Islas. Aunque es cierto que esto llega a ser frustrante, demuestra la necesidad de continuar con el trabajo de concienciación social aunque sea lento y difícil de apreciar.